martes, 4 de marzo de 2014

DOS VEREDAS




DOS VEREDAS

No entiendo cómo puede ser así, tan negativo y pesimista…
He confiado en esa persona varias veces y siempre me ha traicionado…
Por más que quiero que mi hijo sea alegre y disfrute lo que tiene, ¡no lo logro!...

Estoy seguro que te puedes identificar o has pronunciado o escuchado alguna de las frases anteriores. Es desesperante querer abrirle los ojos a quien no quiere ver. Querer que escuche algo maravilloso quien no desea escuchar. Querer que sienta el gozo de tener fe quien sufre constantemente porque quiere o porque cree que es lo que le corresponde.


Hace unos días platiqué con una madre de familia angustiada y con cierto grado de frustración por tener un hijo que constantemente se queja de todo. A sus 19 años de edad, nada le alegra, todo critica, en todo le va mal, nadie lo entiende y todos están en su contra. Frases más, frases menos, pero su frustración consistía en no poder hacer que su hijo sea consciente de todo lo bueno que tiene, todo lo que sus padres con mucho sacrificio hacen por él y la gran cantidad de beneficios que podría obtener en la vida si cambiara su actitud.

Una situación desgastante para muchos padres de familia e infinidad de jefes que desean cambiar las actitudes de quienes forman parte de una empresa. Frustrante también para quienes decidieron compartir la vida juntos y uno ve el panorama claro y con optimismo a pesar de los problemas que todos tenemos y el otro ve el panorama gris y pesimista aun y con todo lo bueno que le haya sucedido.

Lo mismo percibimos en la variedad de amigos que tenemos; no todos ven la vida de la misma manera que tú. No todos tus conocidos pueden coincidir en que lo que nos pasa no es lo más grave, sino la forma en la que reaccionamos a lo que nos pasa. No todos tienen la misma paciencia y prudencia para solucionar los conflictos y, obviamente, no todos superan las adversidades con la misma rapidez que otros.

Acabo de terminar el nuevo libro de Yohana García titulado Salvemos al amor. Ella es autora de otros tres Best Sellers y me gustó una comparación que hace en relación a la gran diversidad que existe en la forma de ser de todos los seres humanos. Hay dos tipos de personas: las que van en la vereda del sol y las que van por el lado de la sombra. Las personas que van en la sombra son frías, oscuras, egoístas, soberbias y necias. Las personas que van en la vereda del sol son abiertas, confiadas y generosas.

La vereda del sol está enfrente de la vereda de la sombra, así que unos y otros nos vemos cara a cara, pero los del sol siempre queremos traer más gente a nuestra calle. Hacemos hasta lo imposible por llamar su atención. Vemos que están en la sombra y sabemos que eso les ocasiona sufrimiento y los aleja cada día más de la felicidad.

Los de la sombra simulan ser bondadosos y nos hacen creer que el sol les agrada y con gusto entran a nuestra vereda; pretenden alegrarse con el sol que les damos, se benefician en lo posible y se hacen amigos de más personas que están de nuestro lado, pero como no pueden perder su esencia, la mayoría termina por regresar a su triste vereda y seguir viviendo en la amargura, la queja constante, los reproches y la soberbia. Obviamente es un lugar triste, pero es ahí donde se sienten cómodos, no se si por costumbre o por afán de seguir en su estado de sufrimiento. Esas personas nunca crecen, nunca se aceptan.

La gente de la vereda del sol siempre confiarán en los demás, aunque al paso del tiempo se pueden volver algo escépticos al ver que mucha gente de la sombra les quitan un poco de sol. Sin embargo, su luz es infinita y nunca se acaba, aún y con la envidia que pueden provocar en la gente de la oscuridad.

No escatiman esfuerzos en hacer que quienes les rodean en la lucha eterna por encontrar la felicidad, detengan su andar y los vean a su lado, situación que no siempre se logra con todas las palabras y ejemplos que compartimos.

Llega un momento que en que los padres, parejas y amigos de quienes desean seguir en la oscuridad, deben de dejar que quienes no quieren cambiar aprendan lo que tengan que aprender. Así como es imposible obligar a nadie a que nos quiera, se convierte en una tarea titánica el querer que quien goza de la lamentación, el orgullo y la soberbia, cambie su rumbo. No obstante, la vida siempre les presentará oportunidades para analizar lo vivido y tomar decisiones a su favor. No siempre lograrás ser tu quien haga ver las múltiples bondades de caminar en un sendero de luz, pero es fundamental evitar a toda costa que las críticas, la negatividad y la imprudencia de quienes van en ese camino de tristeza apaguen tu maravillosa esencia.

Te comparto para finalizar una de mis frases matonas:

“No permitas que quienes te rodean, trunquen tus sueños con sus críticas destructivas y rediseñen la imagen positiva que tienes de ti. ¡Oídos sordos a palabras necias!”

¡Ánimo!
Hasta la próxima.
César Lozano

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